Jalisco está repleto de tesoros, su historia y los lugares que te la cuentan son uno de ellos. Guachimontones es el nombre de un antiguo asentamiento prehispánico que cuenta la historia de la inmensa cultura que habitó en estas tierras hace muchos años.
Las extrañas pirámides redondas en Teuchitlán, Jalisco no pueden entenderse sin hablar de Phill Weigand, el arqueólogo y antropólogo norteamericano que demostró que nuestra concepción de la historia de la América Precolombina era errónea.
Hasta antes de los descubrimientos de Weigand, se creía que la región centro occidente de México no contaba con culturas formales sino que estos valles ricos en tierras fértiles y ríos eran casa de tribus nómadas cuya cultura apenas ajustaba para hacer flechas de obsidiana. Nada era más alejado de la verdad.
Weigand descubrió la Zona Arqueológica de Guachimontones, un conjunto arquitectónico que demostraba que en la región había habido asentamientos importantes, comercio, cultura y poder, pero tuvo que dedicar su vida a demostrar que era importante ya que había una reticencia a cambiar la concepción histórica predominante. También le fue difícil conseguir los recursos para salvar las pirámides y restaurarlas y finalmente demostrar que Jalisco fue el asentamiento de una poderosa cultura. Weigand lo logró y por eso hoy podemos visitar este centro arqueológico.
A Teuchitlán se llega por carretera de Guadalajara en menos de una hora, ahí puedes encontrar bebidas típicas como el pulque, un fermento precolombino de agave al que sus bebedores asiduos atribuyen propiedades curativas que rayan en lo fantástico. La bebida de la región es la Mayahuelada, una especie de michelada con cerveza y pulque aunque eso es para refrescarse después de la visita a Guachimontones donde, comprensiblemente, no se permite el ingreso de bebidas embriagantes.
A diferencia de las grandes pirámides, las estructuras de Guachimontones son circulares. Pero esto no nos habla sólo de un sitio arqueológico y de una arquitectura única sino, como lo demostró Weigand, de todo un paisaje cultural que incluye sitios complejos, talleres, chinampas, barrios y construcciones para la guerra.
Un ejemplo del poderío y la inmensa cultura de la región es el Palacio de Ocomo, el cual se encuentra a 45 minutos de Guachimontones en el municipio de Etzatlán, que aún duerme bajo los montes que rodean a las pirámides en espera de su restauración y que es uno de los Tecpan o palacio prehispánico más grandes e imponentes del México antiguo, según lo demuestran resonancias magnéticas y del que se cuenta ya con una maqueta.
El Palacio de Ocomo tiene 25 metros por lado y techos de hasta 6 metros de alto con una plaza exterior imponente de 70 x 50 metros y que fue construido entre los años 600 y 700 según el arqueólogo Eric Cach. A pesar de aún estar enterrado, ya es considerado el edificio monumental más importante de este estilo en el Occidente de México, con sus más de mil metros cuadrados. Actualmente, el gobierno del municipio cuenta con un plan para comprar las tierras bajo las que se encuentra para iniciar proceso de restauración que seguramente tomará décadas.
Mientras tanto, aprovechemos para viajar a Teuchitlán y atestiguar apenas un atisbo de la monumentalidad de la cultura de occidente en Guachimontones. La punta del iceberg de un periodo histórico y cultural que apenas estamos empezando a descubrir.
Terminada la exploración histórica se puede disfrutar de los restaurantes de comida regional o pescado fresco en las inmediaciones de la presa de la Vega, un cuerpo de agua cuyo paisaje y frescura son ideales para terminar un viaje que mira al México desconocido del pasado.